Antes de abordar un problema es conveniente conocer su magnitud. Ésto se puede medir en base a diferentes parámetros. Uno de ellos es su alcance geográfico. Una vez definido dicho alcance, se deben buscar soluciones adecuadas dentro de éste ámbito. De esta manera, entre otras ventajas, se evita darle publicidad innecesaria. Sin embargo, El Yunque internacionaliza los conflictos, incluso los locales.
Exceptuando casos muy concretos en los que la única vía es la presión internacional: Ninguno.
Ninguno, a no ser que remediar el problema no sea el objetivo. Este es el caso de El Yunque. Para ellos el conflicto no es un inconveniente a resolver, sino una oportunidad para crecer. Es una ocasión para darse a conocer, aumentar sus bases de datos de suscriptores -que podrán llegar a ser donantes- y ganar prestigio. Es -incluso- una ocasión para solicitar dinero de manera directa con el pretexto de costear los procesos judiciales.
Con ello, los esfuerzos se centran en anunciar lo sucedido. El dinero se pierde en publicidad, y se le concede una repercusión inesperada. Dicha repercusión, a su vez, fomenta la réplica del ataque denunciado en otros lugares.
Además, al mediatizar el acto y hacerlo desde una óptica de confrontación y no de búsqueda de soluciones, contribuye a la polarización de la sociedad.
Esta polarización va acompañada de un aumento de odio hacia los cristianos que se hace patente, en buena medida, en las redes sociales, donde algunas acciones de El Yunque han tenido por consecuencia oleadas de blasfemias.
Texto revisado por Francisco de Asís.
Entre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.