Para lograr la unidad es necesaria la confianza y ésta sólo puede construirse sólidamente sobre la verdad.
Cada vez hay una mayor conciencia de este requisito entre quienes coordinan el activismo en defensa de la vida, la familia y -en definitiva- la libertad.
Este cambio no se debe a meras elucubraciones, sino que parte de experiencias del pasado.
Quienes lideran la defensa de estos valores han entendido el lastre que supone El Yunque para su misión y han decidido poner fin.
A diferencia de lo que algunas voces han pretendido transmitir, no se trataba de una división. Al contrario, se conforma una unión de quienes de verdad comparten objetivos.
Con su declaración de intenciones buscan salir de los lodos en los que El Yunque, mal llamado ultracatólico, los metió en el pasado.
Las asociaciones que alertan no lo hacen a modo de ruptura. Al contrario, permiten a sus asociaciones colaborar desde la verdad. Ello se traduce en que lo hagan sin apropiarse méritos ni protagonismos que no les corresponden. También les exigen reconocer la vinculación que guardan con esta sociedad secreta.
Se trata de una mano utópicamente tendida, que no de manera ingenua, pues quien la tiende conoce perfectamente el riesgo de ser mordido.
Más bien parece una -otra- oportunidad para cambiar de actitud, tratando de no excluir a nadie. Con ello se busca una auténtica unidad.
Resulta poco probable que acepten dichas condiciones. De hecho, desde El Yunque ya han empezado las maniobras para frenarlas. No puede faltar la vigilancia diligente de su cumplimiento.
No es, como alguno pudiera pensar, una imposición injusta, sino legítima exigencia, mediante condiciones de sentido común, de lealtad en un trabajo que ha de ser entre iguales. Se ha de evitar que un reducido grupo invalide el trabajo y unidad de los demás.
Texto revisado por Francisco de Asís.
Entre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.