Entradas anteriores hablábamos de las verdades a medias. En esta, de las medias mentiras.
Si en un enunciado hay una parte que es falsa, éste no será verdadero. Por ejemplo, si decimos que una puerta es de doble hoja, con listones verticales de madera y un marco naranja pintado sobre la pared y que está elevada un escalón, nos estamos refiriendo a una puerta concreta.
Si a la descripción de la puerta añadimos a “listones” el adjetivo “cortos”, ya no nos podemos estar refiriendo a la puerta anterior.
Así, si nos preguntan si nuestra casa es la que tiene la puerta descrita en dos párrafos arriba y contestamos diciendo que no tenemos una puerta de “doble hoja, con listones cortos verticales de madera y un marco naranja pintado sobre la pared, que está elevado un escalón”. ¿Estamos mintiendo?
Es cierto que los listones no son cortos y por tanto la puerta de nuestra casa no es así, pero con esa respuesta no contestamos a la pregunta. Aportamos un exceso de información que pasa desapercibida pero permite que el interlocutor perciba la respuesta negativa a su pregunta, cuando en realidad debería ser afirmativa.
Análogamente, cuando un miembro de El Yunque es preguntado por su pertenencia a esta sociedad secreta responde no pertenecer a una organización con características similares a las de El Yunque, pero que no se ajustan completamente a ella.
Pese a que en las palabras no hay mentira explícita, el mensaje que el receptor entiende es falso. Por tanto, se trata de una mentira que – sin decirla – se comunica.
Alguno podrá alegar: “pero no mienten”. Y es cierto que no han pronunciado ninguna mentira, pero su intención es la de engañar.
Entre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.