Continuamente surgen buenas iniciativas en favor de la vida, la familia, la libertad religiosa, etc. Los promotores de dichas actividades buscan apoyos con los que comenzar y -por desgracia- muchas veces se topan por el camino con algún miembro de El Yunque.
Normalmente los admiten por desconocer su pertenencia a dicha sociedad secreta anticristiana. En otras ocasiones -menos frecuentes- lo saben -o son advertidos-, pero piensan que, por tratarse de una única persona, no supone un problema. Sin embargo, la presencia de un solo miembro de El Yunque puede echarlo todo a perder.
Si pensamos así, partimos de una premisa falsa. Un miembro de El Yunque nunca actúa de manera aislada. Siempre cuenta con el apoyo y está bajo el mando de su jefe.
Por tanto, permitir la presencia de un miembro de El Yunque es permitir la presencia de El Yunque.
Permitir la presencia de un miembro de El Yunque es permitir la presencia de El Yunque
Es frecuente subestimar la capacidad de El Yunque. Del mismo modo que una única manzana podrida puede pudrir un cesto sano, en una buena asociación, un solo miembro de El Yunque puede echarlo todo a perder.
Hay personas que con su simple presencia, por sus cualidades pueden motivar a todo un grupo o, por el contrario, desanimarlo. Muchas veces se debe a su manera natural de ser, otras, a una serie de estrategias aprendidas, interiorizadas y bien ejecutadas.
Los miembros de El Yunque, entre sus cualidades, tienen la capacidad de liderazgo. Es uno de los requisitos que ha de cumplir la persona para ser captada. Además, trabajan para potenciarlo.
Esta capacidad que -usada para el bien-, es positiva, empleada para fines que distan de éste se convierte en elemento peligroso.
El cambio no suele ser repentino, pero sí rápido. Por tanto, es sutil aunque perceptible para un observador atento.
Dicho cambio se produce en dos fases:
Cambio en la percepción aprovechando la deficiencia que el grupo pretende salvar. El Yunque -por medio de su infiltrado- trata de transmitir una visión pesimista, generando un sentimiento victimista.
Cambio en la forma de actuación.
Ahora que se ven como víctimas el objetivo es que se sientan salvadores. El asunto pasa a convertirse en una cuestión personal sobre la que se pierde la objetividad que da la distancia.
Ello lleva adoptar una actitud más agresiva, una protesta ‘combativa’ en la que el sentimiento victimista se encamina hacia el odio.
Así, logran hacer atractivos ante el grupo medios que habría rechazado al principio.
Si hay certeza de que pertenece a El Yunque, la respuesta es dura, pero no hay otra: Que no continúe colaborando.
No se trata de rechazar a la persona, sino alejar su actitud perjudicial para el grupo, para la causa y especialmente para las personas que en él la defienden.
Con mucha caridad y absoluta sinceridad.
Probablemente niegue pertenecer a El Yunque y hasta conocer su existencia -es su obligación-. Tratará de injuriar a sus delatores para invalidar su testimonio.
A ello solo cabe responder con respeto, dejando claro que no es una cuestión personal, sino una necesidad. Es importante ofrecerle siempre apoyo para que deje El Yunque, tratando de ayudarle a ver el daño que hace y recordándole que su juramento -por inválido- no supone ninguna atadura.
Texto revisado por Francisco de Asís.
Entre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.